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Friday, September 26, 2008

REFLEXIONES


Necesitamos poemas, cuentos y toda la literatura posible en nuestras escuelas, no para subrayar ideas principales, sino para favorecer una educación sentimental. No para identificar moralejas, enseñanzas y valores sino para emprender esa antigua tarea del “conócete a ti mismo” y “conoce a los demás”. El reto fundamental de un maestro es el de acompañar a sus alumnos en esa tarea, creando, a la vez, un clima de introspección y unas condiciones de diálogo para que, alrededor de cada texto, puedan tejerse las voces, las experiencias y las particularidades de cada niño, de cada niña, de cada joven de carne y hueso, con su nombre y con su historia.

Los cuentos o fabulas infantil (para niño y/o niñas) es generalmente proporcionan seguridad al niño y/o niña porque le dan esperanzas respecto al futuro por cuanto mantienen la promesa de un final feliz. Según Bettelheim, estos cuentos o fabulas son capaces de ofrecer soluciones a los conflictos del niño y/o niña, ya que sus contradicciones internas son representadas y expresadas mediante los personajes y las acciones de la historia. Esta representación permite que al niño y/o niña se le hagan comprensibles muchos de sus sentimientos, reacciones y actuaciones que todaví­a no entiende ni domina y que son capaces de llegar a angustiarle.

El juego dramático se constituye entonces en una actividad endógena sin proyección exterior, que se centra en el placer del juego compartido, el desarrollo de la expresión personal y el impulso de la creatividad (aptitud y actitud) como cualidad que, en mayor o menor grado, todos los niños poseen y pueden desarrollar.


La dramatización es un elemento de comunicación y creación fundamental en la infancia. A través del gesto y la palabra el niño va a expresar sus ideas y sentimientos, lo que le llevará a un mayor dominio lingüístico y a un incremento de su desarrollo personal.



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